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28 de junio de 2022Nuestros representantes (diputados y senadores) trabajan para legislar sobre materias que sin duda nos conciernen y hacen que la sociedad tenga perfiles identificativos con respecto a estas normas. Pero sucede que, a raíz de ello, se producen debates con un claro significado social, que yo quiero considerar como muy definitorios sobre quiénes somos y cómo evolucionamos. Me estoy refiriendo a la admisión a trámite de la Ley sobre la prostitución, que fue aprobada por 232 votos a favor (PSOE, PP y Podemos ) frente a 38 en contra (ERC, CUP y Cs) y 69 abstenciones (Vox, PNV, JxCat, Bildu). Esto nos lleva a concluir que los modelos de sociedad no se adaptan a ideologías, sino que se configuran de acuerdo con matices sociales que terminan enriqueciendo la convivencia ciudadana. Pero vayamos al análisis de las posiciones políticas de nuestros representantes frente a esta Ley. No se presenta como una prohibición o una regulación para legalizarla, sino que el debate se produce sobre si lo adecuado es la abolición, que es lo que plantea el Gobierno y el grupo parlamentario del PSOE. Pero para que podamos entendernos más en este matiz veamos qué nos dice la RAE sobre la palabra abolir: «Derogar, dejar sin vigencia una ley, precepto, costumbre, etc». Ahora vayamos un paso más adelante y busquemos sinónimos al sustantivo, veremos que uno de ellos, y creo que el más definitorio, es «suprimir». Y por último, para que nos posicionemos con todas las consecuencias personales, me valdré de algunos ejemplos que creo que son muy aclaratorios. En 1978 aprobamos la Constitución por la que nos regimos y encontramos una Disposición Derogatoria de las Leyes Fundamentales del Reino (léase del franquismo) que en su punto 3 dice, «Asimismo quedan derogadas cuantas disposiciones se opongan a lo establecido en esta Constitución». ¿Podemos imaginar por un solo instante que lo que hubiese hecho esta Disposición, fuera prohibir estas normas? Continuarían siendo legales, prohibidas pero en vigor, no tendríamos una democracia en su total aceptación, estaría infectada por un tiempo de dictadura.
Demos más luz al sentido de la palabra abolición. Esta fórmula fue utilizada para eliminar la vergüenza de la esclavitud en el mundo. Habían sido miles de años en los que algunos seres humanos eran dueños de otros (en pleno sentido de la propiedad). Poco a poco se fue tomando conciencia de este despropósito y la Revolución Francesa (1789) fue pionera en la eliminación, aunque temporal, del sometimiento de unas personas para con otras.
A partir de aquí diferentes países empezaron a ser conscientes de que esa situación no podía continuar y Estados Unidos con su guerra de Secesión ( Norte contra Sur) consideró que la esclavitud no era una forma humana de existencia y en gran medida lo consiguió. España lo hizo en 1837 con exclusión de los territorios de Puerto Rico y Cuba y, por fin, la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) da sepultura a esta condición de abuso de unas personas contra otras, lo hace en su artículo 4. ¿Significa esto que no existe esclavitud en el mundo? Seguro que en alguna parte del planeta todavía hay personas que sirven a otras desde el miedo, la ira, la pobreza y un sinfín de adjetivos bastante impropios para habitar en el siglo XXI, pero es la abolición, que no la prohibición, la fórmula adecuada para suprimirla. Y esto nos deja abierta una puerta a la esperanza de que algún día sucederá que ya no la habrá en ningún sitio del planeta. La palabra abolición tiene todo el sentido en la pena de muerte, que por desgracia todavía no alcanza una cercanía a la desaparición, y en países avanzados como Estados Unidos sigue siendo legal la pena capital en 27 de sus estados.
Y como reto deberíamos plantearnos la abolición del hambre en el mundo. Mientras seres humanos, en especial niños, continúen muriendo de hambre, no podemos llamarnos personas, cuanto más si en los países desarrollados desperdiciamos toneladas de alimentos. Luchemos por conseguir algo tan fácil como derrotar el egoísmo y la falta de solidaridad. Si hasta aquí ya hemos dado sentido a la palabra abolir, pronunciémonos sobre la palabra prostitución. En el mundo hay 42 millones de prostitutas. En España suman 45.000 de ellas (o ellos). Los que están en contra de su abolición defienden que debería ser legal, argumentando que se coarta la libertad de las mujeres que ejercen la prostitución motu proprio y que se deben garantizar sus derechos. Seguro que es así, pero deben entender que también habrá personas a las que no les importe ser esclavos, pero ni la prostitución ni la esclavitud son trabajos. ¿Alguien podría entender que ser sicario es un oficio? Sin duda dirán que no, y si así fuese deberíamos decirle al Servicio Público de Empleo Estatal que diese cursos para conseguir la capacitación adecuada al trabajo de prostituta, o que en el CV se especificase, «profesión: puta». Yo desde luego no lo veo, pero lo que sí veo es que mantener a esas personas bajo las amenazas, la coacción y la miseria es la degradación total del ser humano. Por tanto abolir la prostitución, castigar a los proxenetas y a quién hace uso de ella, es demostrar que somos personas y mejores ciudadanos.