«La verdad de la austeridad», nuevo artículo de Antonio Morlanes para El periódico de Aragón
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12 de julio de 2018Artículo de Antonio Morlanes para El periódico de Aragón
Nos dicen a los ciudadanos que debemos ser conscientes sobre nuestras pretensiones a la hora de pedir a las Administraciones Públicas y que en base a nuestra consideración por lo razonable, conseguiremos que el Estado no genere el perverso déficit que nos avergüence por incompetencia ante nuestros socios de la Unión Europea, así que subidos a lomos de la austeridad, a quien Dios se la dé, San Pedro se la Bendiga.
Es muy difícil encontrar cualquier tipo de proyecto, sea personal, empresarial o público, que tenga como objetivo crecer y como instrumento para conseguirlo utilice la austeridad, o como algunos les gusta decir, la contención del gasto, claro que eso puede suceder si ese crecimiento se hace en base a criterios de desigualdad; porque es necesario que entendamos la diferencia entre austeridad, que la define bien el popular dicho, muerto el burro, la cebada al rabo, y el gasto eficiente , con este último podemos proyectar un crecimiento que sea capaz de articular una sociedad más igual, más avanzada y más sostenible.
Para poder dar una muestra que justifique lo expuesto con anterioridad, me voy a permitir utilizar dos capítulos de gasto público, bien conocidos por todos, por su carácter social, muy necesarios en el desarrollo de la sociedad y que causan permanentes inquietudes y protestas de los ciudadanos.
Me refiero a la educación y la sanidad; vamos a tomar dos años como referencia en la composición de dichos gastos, el 2011, último del Gobierno de Rodríguez Zapatero y el 2016 que es el último que en sus páginas web nos muestran como cerrado ambos ministerios, estas son pues, las fuentes utilizadas en esta comparativa.
En 2016 el gasto de ambos conceptos fue de 113.868 millones de euros, frente a 118.397 millones de euros en 2011, un ahorro de 4.500 millones de euros, téngase en cuenta que en 2011, ya llevábamos cuatro años de crisis; ahora bien, ¿en qué habría ahorrado ese dinero el Estado y qué repercusión real había tenido, al margen de aportar algo de felicidad a los funcionarios de la UE? Veamos a coste de quien y con qué incidencia se ha producido esta rebaja del déficit.
Fíjense en educación no universitaria, la disminución del gasto fue casi 1.000 millones de euros, por otros tantos en la universitaria y 600 millones de euros en la formación ocupacional, esto ha tenido como resultado que cuando en 2011 se gastaba el 4,73% del PIB (este era de 1,070 billones de euros), en 2016 el gasto fue de 4,25% del PIB (este fue 1,118 billones de euros), pero es que en 2017, significó este gasto el 3,9% del PIB (cuando el PIB fue 1,163 billones de euros), es decir que si tomamos el PIB de 2011 como base, resulta que el incremento que ha tenido en 2016, es del 4,49%, así que en realidad hemos bajado el gasto en educación en estos cuatro años, un 4,84% en relación a un PIB constante.
Ahora tomemos los datos de la sanidad y veremos que en 2011, el gasto fue de 68.057 millones de euros y en 2016 de 66.678 millones de euros, lo que significa 1.379 millones de euros menos. De forma especial, esta rebaja se ha producido en el gasto de farmacia y esto que no tengo datos para informarles si ha podido suceder, o bien debido a una gran mejoría de salud de los ciudadanos, o a que hemos decidido volver a la medicina natural, saliendo al campo a coger hierbas curativas, porque sí les puedo asegurar dos cosas la primera, que el precio de los medicamentos no ha bajado, continúan los laboratorios con sus magníficos beneficios y la segunda que algo habrá tenido que ver el copago de los pensionistas. Pues mientras el gasto sanitario en 2011 fue del 6,36% del PIB; en 2016 fue del 5,96% del PIB, así que con igual cálculo de ajuste sobre el PIB realizado en el capítulo de la educación, la disminución sobre el gasto sanitario fue del 4,88%.
Pero fijémonos en otras cuestiones que quizás pasan desapercibidas. Por ejemplo, los costes de personal que suponen en estas materias casi el 50% del total del gasto, si les aplicamos una vez más los ajustes anteriores, los salarios se han devaluado en un 4,53%, si además ha habido personal educativo y sanitario que han ido al paro, el incremento de costes para el Estado se determina por este pago y el no ingreso de IRPF de quienes han perdido su trabajo; podíamos hablar del impacto en el consumo interior y del incremento en la desigualdad; en definitiva, que estas son las cuentas del Gran Capitán, que benefician a pocos y perjudican a muchos.
Hagamos del gasto que la eficiencia sea su norte riguroso y eso producirá más riqueza productiva y distributiva.